La vieja Samira había sobrevivido la dulce y dolorosa juventud de su hijo mayor, recordaba veinte años antes las horas más inquietantes de su niñez
Hombros encogidos y cansada de sollozar junto al féretro, el tiempo le daba una nueva bofetada
Reacciona violentamente y trata de nuevo de abrazarlo, tenerlo entre sus brazos, frio y con la tez desfigurada, no le causaba el mínimo horror
Le sorprendió una bomba
Cuando iba a comprar el pan